viernes, 5 de octubre de 2012

321.- Arroyo de La Virgen, a la altura de la intersección con la Carretera GU-944 (Mazarete - Guadalajara).



321.1.- Arroyo de La Virgen, a la altura de la intersección con la Carretera GU-944 (Mazarete - Guadalajara).

Volví a ver masas de pinar más o menos sanas en el cruce de la Carretera GU-944 con el Arroyo de la Virgen, seguramente el curso fluvial de mayor entidad interceptado por la vía, al margen del Arroyo de Mazarete en su arranque, a la salida del pueblo. Un pequeño puente salvaba el cauce y el barranco, desde el que realicé tantas fotos como pude. Pinos resineros (Pinus pinaster) de fustes delgados trataban de emerger de las sombras de la vaguada para alcanzar la luz. Detrás de los pinos se adivinaba una chopera de álamos blancos, aun sin hojas en espera de la primavera. A esas alturas empezaba a sospechar que me  encontraba en el escenario del incendio del verano anterior que tanto había dado que hablar.



321.2.- Arroyo de La Virgen, a la altura de la intersección con la Carretera GU-944 (Mazarete - Guadalajara).

En esta imagen puede apreciarse masas de pinar que corrieron distinta suerte. La que rodea la carretera en torno al río no se vio afectada por el fuego. Nuevamente una vaguada asociada a un río con corriente de agua parece hacer sido refugio frente a las llamas. Sin embargo, en la ladera del fondo se aprecian claramente pinos con la fronda seca. El lugar se sitúa no muy lejos de la divisoria con el Municipio de Cobeta. La forma tan particular del tramo de carretera me ha permitido localizarlo en la imagen de satélite de Google Maps. El trazado actual evita todas las curvas, convirtiéndose en una larga recta que sobrevuela barrancos y cárcavas.



321.3.- Entorno de la Carretera GU-944 a la altura del P.K. 8+050 (Mazarete - Guadalajara).

Dos veces he recorrido masas de pinar calcinadas por incendios. La otra vez, que cronológicamente fue la primera, fue una experiencia mucho más impactante que el recorrer los bosques entre Mazarete y Cobeta. Ocurrió durante el verano en Caravaca de la Cruz. Una noche en que nos quedamos solos Ireneo, mi compañero y yo, el radio operador nos propuso ir a un pueblo al otro lado de la frontera entre provincias, en Albacete, a comar chuletas de cordero al estilo murciano, con salsa ali-oli, la auténtica de aquellos lares, de la que conocemos solo su versión domesticada. La salsa de ajo murciana te puede hacer llorar. No está rebajada. Es sencillamente ajo machacado mezclado con ajo hasta formarse la salsa. Ireneo era un viajero impenitente, solitario, como yo lo fui años más tarde. Pero el viajaba por mero placer de conocer más lugares de su entorno, mientras yo lo hice por motivos de trabajo, aunque acabé disfrutándolo igualmente. A la vuelta, ya de madrugada, tomamos una ruta alternativa a la de ida, que nos obligó a recorrer los bosques quemados en el año 1994 durante el incendio de Moratalla. Recuerdo que soplaba el viento y los troncos de los árboles muertos crujían como si fueran a partirse. Fue realmente extraño, como recorrer un bosque fantasma, muerto pero que nos hablaba y se movía. No había mucha luz pero, a pesar de eso, pudimos evitar chocar con un árbol caido que atravesaba e interceptaba la carretera. Uno de nosotros corrió algunos metros en la dirección por la que veníamos para alertar a otros conductores. Usamos el móvil de la base para llamar a la Guardia Civil. En aquel entonces solo había dos parejas en toda la provincia. Las dotaciones de toda España se habían visto muy mermadas durante las Olimpiadas de 1992. Los coches que iban llegando se iban sumando a una improvisada tertulia a oscuras. El quinto vehículo en llegar fue un todo-terreno del que salió un tipo de dimensiones épicas que, nada más enterarse del problema, propuso empujar el inmenso pino hacia una de las cunetas. Lo intentamos y lo conseguimos. Bueno, creo que lo consiguió este tipo con aspecto de luchador él solo, porque por más que corría el árbol iba más rápido que yo y no me fue posible ejercer empuje alguno sobre el tronco. Tras deshacernos del obstáculo seguimos camino con la sensación de estar más hermanados que en el momento de la partida. Bueno, más o menos. Mi compañero amaneció a la mañana siguiente afónico por el exceso de ingesta de salsa ali-oli. Y a mi no me apenó en exceso.

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