sábado, 22 de septiembre de 2012

316.- Mazarete (Guadalajara)



316.1.- Mazarete (Guadalajara).

Guadalajara, lo tengo más que claro, es una rugosidad en el continuo espacio-tiempo, un lugar de fricción entre zonas distantes que no deberían estar tan próximas como para peligrar su contacto, una zona de transición hacia lugares remotos y desconocidos. Quien haya conducido por la A-2 alguna vez camino de Zaragoza conoce la sensación. 50 kilómetros de civilización compacta a lo largo del Corredor del Henares que desembocan en la lada más absoluta una vez superada la cuesta en la que se asienta de Guadalajara capital. De repente es como si faltase el aire. Entre sus arrabales, que apenas si existen, y Calatayud, casi 200 kilómetros más adelante, apenas nada. Medinacelli hacia el kilómetro 150, ya en Soria, asomada en lo alto de una  loma, a la izquierda, como una fortaleza vigía abandonada, y hacia el 225 Calatayud, al fondo de un valle, también a la izquierda, como un fuerte de avanzada. Y aun después, tampoco demasiado hasta Zaragoza y su desolado entorno. Esa continuidad en la nada que, sin embargo conduce a parajes tan diferentes, tiene por fuerza que presentar irregularidades, saltos en el vacío, discontinuidades. Y yo creo que se producen en Guadalaja. Allí es siempre donde tienen lugar los fenómenos meteorológicos de extrañas características. Esos cambios de presión que empañan los cristales del coche por completo al bajar una hondanada la carretera, y que se refrendan con una granizada de hielo triturado. Las lluvias que traen la noche en cuestión de minutos. Las nevadas que echan raíces en una sola sierra en mitad del páramo. En Guadalajara sufrí una granizada que puso 10 m centímetros de hielo con consistencia de nieve en solo 5 minutos y paralizó el tráfico de la autovía. Y si la A-2 es la estrecha franja donde se condensa la civilización en el vació que media entre Madrid y el noreste, apenas una línea en el mapa, cualquiera de las carreteras secundarias que de ella parten ya pertenecen a lo salvaje, a la tierra sin retorno asegurado, siendo la Carretera N-122 la que conduce directamente al corazón de la niebla, hacia Teruel. Pero Mazarete esta relativamente próximo al desvío de Alcolea del Pinar y el recuerdo de la autovía aun está fresco en quien conduce por esta carretera. Alguna planta de áridos junto a la calzada trae incluso la sensación de actividad económica en el entorno. Por un momento el vacío parece quedar atrás.



316.2.- Mazarete (Guadalajara).

He partido muy temprano de Madrid, muy antes del alba. Y visto amanecer a la salida de la ciudad. Me ha dado tiempo a parar para desayunar fuerte, algo que hago siempre que viajo, porque nunca se sabe cuando habrá posibilidad de comer, y he llegado hacia las diez de la mañana a Mazarete. Es aun invierno, principios de febrero, y un sol perezoso comienza a abrirse paso entre las callejuelas en penumbra del pueblo. No hace frío. Si hubo escarcha en los campos ya la devoró los primeros rayos del día. Es sábado y es probable que eso retenga a los pocos habitantes del lugar en sus camas. No veo ni un alma. Y si las hay se funden con las sombras de las aceras y las casas. No me he preparado el viaje, esa es la verdad. Solo vengo a hacer fotografías y a tomar algunas notas. Se donde comienza la carretera que se va a reformar, junto al final de la travesía de Mazarete. Los mapas me dicen también donde acaba el tramo de obras, en Cobeta. Las medidas que se van a adoptar siguen el actual trazado, que se va a modificar mínimamente en planta en algunas curvas y en alzado en alguna cuesta. Se trata de ampliar el ancho, armonizar su dibujo y mejorar el firme. Solo he de seguir la carretera actual y fotografiar lo que me llame la atención. Y lo primero que me lo llama es el edificio de techo bajo junto al río que da nombre al pueblo.



316.3.- Lavadero de Mazarete (Guadalajara).

Ni siquiera he comenzado el trabajo y tengo mi primer logro. Un lavadero. Tan raro en estas latitudes. No parece propio de un pueblo de La Mancha. Me asomo a comprobarlo y no parece haber duda. El encuadre es complicado, pero la imagen capta un fascinante juego de reflejos y luces propiciados por la luz irregular de la mañana, que parece concentrarse en un solo rayo que irrumpe en la pequeña estancia por la última de las vidrieras. El techo que parece plano se vuelve inclinado en la imagen que devuelve el depósito de agua. Del otro lado de la vidriera situada en primer término hay vegetación, pero en su reflejo en el lavadero los cristales dejan ver un trozo de cielo que no debería estar ahí.



316.4.- Mazarete (Guadalajara).

Es el arranque del tramo, justo al otro lado del puente que cruza el río Mazarete. A la derecha queda el lavadero. En frente la Iglesia, a la que apenas he prestado atención. He intentado fotografiarla sin lograr el encuadre adecuado por el juego de luces y sombres del día que aun se inicia. Hay dos abetos que me transmiten frío, una sensación de que aquí es posible la nieve en los días más oscuros del invierno. El cielo tiene un tinte ligeramente añil que presagia la llegada de la primavera. Las ramas de los chopos lanzan al aire sus ramillos del año. Comienzo el recorrido de la Carretera GU-944 sin tener idea clara de lo que voy a encontrarme.

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