viernes, 18 de noviembre de 2011

224.- Etapa 13 del CN del Guadiana. Camino de los Malos Pasos (Luciana - Ciudad Real)



224.1.- Etapa 13 del CN del Guadiana. Vega del Guadiana (Luciana - Ciudad Real).

Ni siquiera tiene un topónimo, así que no puedo dar una referencia. Tras cruzar el vado llegué a una pequeña zona de vega, aprovechada para el cultivo de cereal. En otro tiempo aquellas tierras se destinaban a regadío. Vi bombas hidráulicas para extraer aguas del río y cabezales de riego. Tras cruzar el río el camino sigue en perpendicular al cauce para cruzar el estrecho valle, ganando la otra ladera, donde gira en ángulo de 90º para discurrir a partir de entonces otra vez en paralelo al Guadiana. Justo en la curva había un socavón bastante profundo que cruzaba de lado a lado el sendero. Tenía miedo de quedarme varado en él si intentaba salvarlo. Ahí estuve un buen rato sudando tinta china acopiando el suficiente aplomo para intentarlo. ¿Que podía detenerme tras haber logrado cruzar uno de los ríos más importantes de la Península? Cuando logré envalentonarme ahí estuve metiendo la rueda delantera en el surco y volviendo marcha atrás al lugar de partida en varias ocasiones tras ser incapaz de hacer que el todo-terreno remontara el desnivel. Días después me acordé de algo elemental. En todos los 4x4 hay una palanca con la que se puede distribuir la tracción entre todas las ruedas o centrarla en las delanteras o las traseras. Así que ya tiene que ser profundo el surco, casi una zanja, para que el vehículo no pueda salir de él. Mientras haya una rueda bien asentada en el firme hay escapatoria. En realidad estuve un rato largo ahogándome en un vaso de agua. Pero el pasarlo mal es lo que te hace recordar mejor las cosas para la próxima. Y la vez siguiente si que caí en una zanja. Ahí fue donde recordé lo de la puñetera palanca.

La Sierra del Campillo, sus últimas estribaciones en su extremo occidental, cierra el valle por la izquierda. Los altos de la derecho ni siquiera llegan a la categoría de sierra. Justo donde acaban hay una pequeña laguna, más bien una charca, en mitad del trigal, que ha sido segado no hace mucho. Una sola nube en el cielo. Aun menos personas en el valle.



224.2.- Etapa 13 del CN del Guadiana. Camino de los Malos Pasos (Luciana - Ciudad Real).

Cuando pude echar a correr ocurrió lo imprevisto, una valla me cerro el camino, con su prohibido el paso, su candado y su mensaje claro y directo de aquí no es usted bienvenido. Cuando he hablado con quienes supervisaron mi trabajo les he tratado de explicar que es un hecho harto infrecuente. Casi todos los caminos son servidumbres y no puede prohibirse el paso a nadie aunque sean particulares. Más con un río próximo, ya que los ríos son de dominio público, no puede prohibirse el acceso. Intenté después acceder al camino en algún punto más allá de la verja. Los senderos que encontré que podían hacerme ese servicio partiendo de la carretera N-430 también estaban cerrados con cadenas. Algo muy extraño. He recorrido toda España y es la primera vez que me ocurre algo así. La derrota era inapelable. No podía seguir. Hacer la ruta a pie era un suicidio laboral. Tenía que hacer una media de un par de etapas por día. El Camino de Los Malos Pasos lo fue de verdad. Y fue una pena porque empezaba a divertirme. Había otro vado que cruzar un poco más adelante. Le había cogido el gusto a chapotear con los neumáticos en el agua.

Caminos que se bifurcan y al trazar una curva dejas de ver lo que quedó detrás. Tuve que desandar el camino marcha atrás porque el ancho del sendero no era suficiente para dar la vuelta al vehículo, al menos para alguien con mis horas de vuelo con un 4x4. Algún día quiero volver y saltar las verjas que encuentre a mi paso. Son innumerables las que he saltado y en decenas de sitios. Nada más cierto que esa máxima de que no pueden ponerse puertas al campo, sobre todo en su sentido más literal. Tampoco centinelas.



224.2.- Etapa 13 del CN del Guadiana. Lentisco (Pistacia lentiscus) en el Camino de los Malos Pasos (Luciana - Ciudad Real).

Durante mucho tiempo estuve convencido que los dos Pistacia de nuestra vegetación peninsular, el lentisco y el terebinto, eran los árboles que daban los pistachos. Ese es mi nivel de botánica. Muy lentamente lo voy subsanando. Y el lentisco conviene distinguirlo. Árbol o arbusto capital de la España Mediterránea. Se echó al monte para formar parte de dos de las formaciones más guerrilleras del monte español, la garriga y el maquis. Especie pionera, vive a sus anchas en lo que el hombre destroza. Levante es su Shangrilá, esos territorios martirizados por la sequía y el urbanismo. Ser vanguardia es como ser infante de marina: primeros en los avances y últimos en las retiradas. Por eso el lentisco lo mismo coloniza territorios recién recuperados como sobrevive donde la frontera retrocede, ocupando las parcelas abandonadas de cítricos o los barrancos y ramblas que no pueden ser cultivadas por lo accidentado del relieve. Obvio que tuve que bajarme del coche para reconocerlo. Formaba una masa compacta en la ladera junto al Camino de los Malos Pasos. Al principio pensé que podría ser boj. De lejos ofrecía un aspecto parecido. Bueno, quizás no, pero dentro de mi exiguo catálogo de formaciones aprendidas era lo más similar. Pero carecía de la inconfundible hoja del Buxus sempervirens, discolor, color pistacho, precisamente, por el envés. Además, la del pistacho es una hoja compuesta, con foliolos parecidos a los del nogal. No se si los angostos valles de Luciana, con el frío invernal que debe imperar, es el lugar idóneo para el lentisco, más bien intuyo que no. Pero allí también estaban el encina y la coscoja, especies que lo resisten todo. Quien soy yo para dudar de lo que ven mis ojos y tratar de reinventar la realidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario