martes, 26 de julio de 2011

157.- Castaño (Castanea sativa) en un prado junto a Aciberos (Zamora)



157.1.- Castaño (Castanea sativa) en un prado junto a Aciberos (Zamora).

Salí de casa en Madrid algo tarde. A punto estuve de olvidar la cámara. Pero en el garaje, al comprobar si llevaba lo imprescindible advertí el error. Hasta las 5 de la tarde no pude ponerme en carretera, y el viaje hasta Benavente fue con abundantes retenciones y tráfico denso. Una vez en A-52 pude relajarme en la conducción y fijarme en la sucesión vegetal en el entorno de la autopista. En torno al valle del Tera, cerca de Mombuey, en los primeros kilómetros del trayecto, domina el encinar (Quercus rotundifolia), el árbol nacional. La sobria y humilde encina. Algo más allá, ya en la zona del Lago de Sanabria, el roble (Quercus robur) tomaba la palabra, hace acto de presencia. Finalmente, al oeste de Sanabría, en las montañas que separan esta comarca de la de Carballeda en Orense, el rebollo (Quercus pyrenaica) es el amo de las arboledas, que comparte con el castaño (Castanea sativa), como especie acompañante.

Dormí en un hotel en un pueblecito de las montañas, Padornelo. La noche era clara y fresca. Imagino lo que debe ser aquello en invierno. Cené lo típico del lugar: habones de Sanabria, que vienen a ser casi lo mismo que los de La Granja, y trucha arcoiris. Por el tamaño se adivinaba que era de piscifactoría. Dormí regular, y en alguna de mis rondas nocturnas aproveché para mirar el cielo estrellado a través de la ventana, para acordarme de alguien con quien tengo pactadas noches de observación astronómica en algún paraje por determinar aun entre Madrid y Valladolid. También para desvelar al perro que dormía junto al coche de uno de los inquilinos del hotel.

A la mañana siguiente, lo primero que hice fue rehuir la autovía y adentrarme por la carreteras secundarias. La que tome, que pertenece a la Ruta de Santiago, me deparó esta sorpresa. Junto a la calzada, en un pequeño prado de aprovechamiento a diente, crecía este magnífico ejemplar de castaño, que casi cortaba la respiración. No se como hay quien duda aun de que el rey de la creación es el árbol y no el hombre. Más altos, más fuertes y más rápidos para decidir su destino. También más civilizados. Mirarlos procura la calma.



157.2.- Castaño (Castanea sativa) en un prado junto a Aciberos (Zamora).

Creciendo en la cabecera del talud de la carretera, en situación precaria, con algunas de sus raíces descalzadas, este árbol ha visto pasar varias generaciones de personas y aun muestra su predilección por la vida. Distinguir los árboles entre sí no es tarea fácil, pero una vez que uno ha quedado calcado en la retina se vuelve inconfundible. El colorido del castaño es inconfundible. Rojo y amarillo-naranja en sus inflorescencias, que estaba perdiendo en esos días del viaje. Los extremos de los ramillos como erizos. Que gozada debe ser recoger la castaña y asarla en tu propio horno. Nada tan rico como lo que recoges del campo y comes nada más llegar a casa. Quince años atrás, y compañero y yo, en aquel verano en Rosinos de la Requesada, aunos 50 kilómetros de aquí, paseábamos al salir de la jornada de trabajo en la base de extinción de incendios y recogíamos nueces, castañas, setas, moras, y alguna lechuga robada a los vecinos, que luego constituían nuestra cena.



157.3.- Prado en el entorno de Aciberos (Sanabria - Zamora).

Salté la valle, no sin dificultad, porque cada día me muevo peor, y me adentré en el prado. Quería una perspectiva del castaño desde dentro. Cuando algo que vez te entusiasma, prefieres hacer muchas fotografías para que aumenten las posibilidades de acierto. Y siempre es preferible variarlas. Había un prado con desniveles acusados, con la hierba agostada, pero aun verde en algunas zonas. esa misma noche hubo casi una helada en Padornelo, y hablamos del momento más caluroso del año. Así que imagino que la hierba tendrá casi más riesgo de quemarse con el hielo que con el sol. Tracé varias secuencias de fotos desde su centro. En esta que muestro pueden apreciarse al fondo las montañas que separan Zamora de Orense, con sus laderas surcadas por caminos, de acceso a los molinos de viento que pueden verse por todas partes.

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