sábado, 9 de julio de 2011

150.- Río Mayas a la altura de Robleda (Salamanca)



150.1.- Río Mayas a la altura de Robleda (Salamanca).

Algo me ocurrió en este paraje que últimamente me vuelve de forma reiterada a la memoria. Para acceder a este tramo del río Mayas donde se iban a ejecutar repoblaciones de truchas, así como rehabilitar un puente y un molino, hube de utilizar caminos locales mal señalizados en el mejor de los casos. Eso no es problema si se dispone de mapas con datos correctos, lo cual es lo habitual. Llegué a la zona y dejé el coche para caminar por la zona. Pero eso fue más abajo, más cerca del lecho del río, que el lugar donde está tomada la imagen, que una vez más en el blog muestra la belleza de las masas arboladas donde se mezclan las coníferas, en este caso pinos resineros (Pinus pinaster) y frondosas de hoja caduca, probablemente reboyos (Quercus pyrenaica). En realidad esta foto la tome cuando me iba, cuando ya había dejado el paraje en el que había sufrido una aparición. Porque la panorámica ayudaba a situar el lugar que acababa de visitar, o tal vez porque me costaba alejarme de allí.



150.2.- Río Mayas a la altura de Robleda (Salamanca).

Había un extraño silencio en el lugar. O tal eso me pareció a mi. Uno no se para en mitad del monte o en un paraje remoto a medir los silencios que percibe. Quizás en un momento dado notara una extraña quietud, que pudo ser simplemente una sugestión. En lugares alejados de la presencia del hombre el monte toma aire y retiene la respiración cuando ve llegar a uno. Lo he explicado muchas veces: Los animales se esconden cuando te ven llegar, y su capacidad para percibirte desde lejos es grande, por lo que es raro que veas ningún ejemplar, salvo que lo pilles desprevenido. Y entonces, si tienes suerte, su visión será fugaz, por lo que si no has estado atento te lo perderás irremisiblemente. Cuando trabajé en la señalización de rodales del Monte de Peguerinos los animales acabaron acostumbrándose con el paso de los días a nuestra presencia constante por la zona, con el resultado de que en los días finales era más fácil ver ciervos o corzos en la distancia.

El río dejaba en una de sus márgenes un prado amplio, en el que aun se podía ver los restos de una barbacoa. Aquel paraje debió de ser utilizado en el pasado como zona recreativa. Caminé haciendo fotos a todo, como es habitual. En un momento dado noté una presencia cercana. Volví a medias la cara, y juraría que vi un lobo gris que me miraba, plantado a unos pasos de mí, quieto, tranquilo, mostrándome su pelaje claro que le hacía parecer un príncipe del bosque. Me quedé quieto con la mirada de nuevo al frente, y cuando me di la vuelta despacio ya no estaba. Lo busqué por toda la zona sin ningún resultado una vez perdí el miedo. Porque lo pienso ahora y no se por qué razón me entraron aquellas ganas de buscar a un animal peligroso de cuyo encuentro había salido sano y salvo.



150.3.- Río Mayas a la altura de Robleda (Salamanca).

Las explicaciones son muchas. La más plausible y cómoda es "creí ver", y la sugestión me hizo verlo realmente, es decir, dejar en mi memoria la huella de algo que parecía un lobo de pelaje claro. Porque esa es otra, su pelaje era muy claro. Tal vez fuese un perro grande. Solo lo ví un instante. Eso quizás sea más plausible. Que desapareciese tan rápidamente no ayuda a dar credibilidad a mi historia, aunque no es el detalle más espinoso. El caso es que en su momento narré la historia del zorro con el que me topé en la vertiente abulense de Guadarrama. El que ahora recuerde esta historia me procura la sensación de que voy a experimentar una nueva revelación. Un día me despertaré, como ocurrió la otra vez, y me diré que le he encontrado significado a este encuentro a orillas del Mayas. Algo así. No espero que nadie me crea ni le encuentre sensatez a todo esto. Me limito a contarlo. Las fotos en todo caso son bonitas, ¿no? Pues dense ustedes con un canto en los dientes. A leer estas líneas nadie obliga.

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