viernes, 8 de julio de 2011

147.- Formaciones de brezal (Erica ciliaris) en la Sierra de Gata (Cáceres).



147.- Formaciones de brezal (Erica ciliaris) en la Sierra de Gata (Cáceres).

Siempre quise tener una novia que se llamara Erica para poder recitarla aquello que compuse una vez: "¿De que lado estás tú, que las flores te prefieren, que el brezo lleva tu nombre...?". No es broma. De hecho si así comenzaba el poema es porque me equivoque en el nombre de una chica que me gustaba en una clase de una  academia de Física. ella gracias a Dios quedó a salvo de mi error y de mis versos. Nunca le llegué a dirigir la palabra.

Y es que el brezo es mi flor preferida, la del brezo común. Pequeña, casi minúscula, delicada, con un ligero aroma a anís. La corola tiene forma de campana, blanca con un toque rosa, tan leve que parece inventado. En mi Escuela universitaria había dos matas que iba a ver en primavera casi todos los días para ver si habían florecido. Pero el de la imagen es otro brezo, también muy común en la Sierra de Gata. La argaña, como la llaman en Asturias, la Erica ciliris, de flor entre rosa y violeta. Como todos los brezos en Extremadura tiende a formar extensos matorrales monoespecíficos. Ya los hemos visto en otras sierras de esa región. Y no se si en la imagen queda patente, pero la belleza de ver una montaña coloreada es difícil de sobrellevar. En la naturaleza lo que se repite tiende a no ser bueno. Las formaciones monoespecíficas están muy mal vistas. A veces la belleza es producto de la decadencia. Y este podría ser el caso. Un monte degradado en que el brezo a proliferado a sus anchas y ha ahogado a sus competidores. Pero cuando el monte progrese de nuevo poco a poco entrarán otras especies en la formación para encontrar su hueco y acabará habiendo arbolado. Y el mar rosa violeta de los brezos se secará para siempre.



147.2.- Cortafuegos en el M.U.P. número 39 de la Sierra de Gata (Cáceres).

El Monte de Utilidad Pública número 39 era mi último objetivo del día. Situado en el lado de la sierra perteneciente a Salamanca, en el Término Municipal de El Sahugo, pero propiedad de un municipio Cacereño, Robledillo de Gata, muy cerca también de la divisoria de aguas. Conducí hasta allí por una carretera asfaltada que a medida que me acercaba a mi destino iba siendo rodeada por brezales. Llegué al arranque de un camino de tierra que parecía un cortafuegos. Aun me quedaba trecho, así que decidí arriesgarme. Comenzó a llover. Ligeras gotas que casi desaparecían cuando entraban en contacto con la luna del coche. Hasta donde veas que puedes avanzar y dar la vuelta, me dije. Esa es la clave. Si no puedes dar la vuelta por que el camino es muy estrecho o lo que queda fuera de él no es practicable quedas obligado a seguir avanzando, a merced de lo que te espere. Que no siempre es bueno.

Subi por el camino despacio y cuando creí que el lugar me daba un punto de vista privilegiado paré el coche, descendí del vehículo con el paraguas. No, que yo me moje da igual. Importa que la lente de la cámara este libre de esas pequeñas gotas que luego estropean el trabajo. Tenía que fotografiar los árboles del fondo de la imagen, de arriba de la cuerda, donde se supone que anidan parejas de buitre negro (Aegypius monachus). Consideré que estaba demasiado cerca, dadas las circunstancias. Mi coche no es un todo terreno, y a eso se debe que esté teniendo una madurez tan mala. El trote que le he dado no es el que dispensan los camaradas.



147.3.- M.U.P. número 39 de la Sierra de Gata (Cáceres).

Cuando acabé de hacer fotos dejé la cámara y el paraguas dentro del coche y me concentré en mirar el paisaje. Iba a ser el lugar más alejado de casa en el que iba a estar ese día. Recorres cientos de kilómetros, te alejas de tu centro, te arriesgas a ese silencio en que solo se escuchan tus pensamientos y los sonidos de la naturaleza, y quieres volver al mismo tiempo que deseas seguir ampliando la distancia. La brisa mecía los brezos como si fuera un mar púrpura batiendo junto a mis pies. El horizonte difuminado por la bruma. Las gotas de lluvia sobre mi frente. Lejos, demorando ese momento del regreso. No siempre es fácil. Es como nadar desde la playa hacia mar adentro, siempre demoras el momento de la vuelta, con la esperanza de no ir más allá de donde no haya posible regreso, con el deseo de alcanzar ese punto que todo lo cambie y te permita acceder a donde las distancias no importan. El suelo comenzó a humedecerse, la lluvia sobre la vegetación empezó a empapar el bajo de mis pantalones. Dentro de un rato el camino por el que había ascendido tan vez fuese impracticable. Seguí mirando el mar de brezos, el oleaje creado por el viento, las cortinas de lluvia en la lejanía, más densas que aquella que estaba sobre mí. Unos instantes más, como si estuviese batiendo un récord. "Mi secreto es que no me reservaba nada para el regreso", confiesa el protagonista de Gattaca cuando narra la carrera en el mar con su hermano. Solo un puñado de segundos tratando de grabar en la memoria la belleza de la Sierra de Gata. Después entré en el coche y comencé a desandar el caminar, a recoger el hilo de Ariadna. Desde el centro del laberinto de mi soledad hasta mi casa conocía la ruta por la estratagema que ella me había revelado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario