viernes, 3 de junio de 2011

109.- Estatua del comandante Francisco Franco (Melilla).



109.- Estatua del comandante Francisco Franco (Melilla).

Y llegamos al momento complicado de este mini-reportaje de mi breve estancia en Melilla. Cual no será mi sorpresa cuando veo a la entrada del puerto comercial esta estatua casi de tamaño real de Franco, con una bandera al cuello a modo de bufanda, como un desafío casi. Imagino cierto sentimiento en la población difícil de entender en buena parte de España. Por aquí paso Franco y no todos fueron enemigos. Mis dos abuelos eran militares y lucharon en lo que en los libros se denomina el Bando Nacional. Golpistas es un término que me hace gracia, que creo que intenta caricaturizar lo que pasó, que fue lo suficientemente grave como para que tratemos de evitar los chistes. A mi abuelo paterno, hijo de militar también, le pilló la guerra en Málaga y sobrevivió a la matanza perpetrada en las primeras horas por el otro bando de puro milagro. Luego, cuando los suyos tomaron la ciudad no cesó la matanza. Era compañero de promoción de Franco en la Academia de Toledo, así que pocas dudas le imagino acerca de que bando era el que le correspondía. Si fuera necesaria su defensa, algunos pensarán que si, diré que quienes me hablaron de él lo dibujan casi como un santo, por más que a mi me causara un respeto rozando el pavor este señor tan serio y marcial. Diré también que no quiso tener hijos militares. Parece ser que estuvo en las suficientes guerras como para terminar aborreciendo el oficio, aunque lo considerara un deber heredado. Todos sus hijos tuvieron carrera y alguno, mi padre, le salió anti-franquista. Peor aun, algo muy exótico en aquellos tiempos: demócrata. Militó en el partido monárquico, cuatro gatos mal contados apenas, aunque fueran los que dieran con el modelo hoy vigente, sin que eso supusiera un conflicto lo suficientemente grave para él. Recuerdo haber oído a mi padre comentar que sus ideas tal vez le costaran algún disgusto. Llegó a ser general de brigada y no creo que aspirara a más. Su último grado con mando sobre tropa fue como coronel. A partir de ahí las estrellas solo significaron más dignidades pero sin una traducción real como profesional del ejército. Algo de esto les conté a la tripulación del Kamov-32 ucraniano con la que compartí una campaña de extinción de incendios. Lo hice al principio del verano al oírles gritar "No pasaran" en cuanto les dije que era de Madrid. Me pareció divertido explicarles que existió otro bando en la Guerra Civil y que mi familia se adscribía a él. Les expliqué que mi abuelo había sido compañero de Franco. Pero debí hacerlo con un inglés tan paupérrimo que pasaron todo aquel verano con la idea de que era nieto del Generalísimo. Lo que me reí cuando me enteré. En su honor deberé aclarar que a pesar de creerme nieto del Diablo me trataron con una enorme simpatía. Leo, el comandante de la nave, jugaba conmigo al ajedrez casi todas las tardes. Cuando mi padre murió y volví de su entierro, me obligó a reanudar aquellas partidas para distraer mi mente. Madrid es una ciudad brava que nunca se rinde, y por eso me enorgullece ese grito de "No pasarán". En una ocasión a mi abuelo le dijo un militar alemán que el mejor ejército del mundo era el español. Lo supongo una cortesía entre profesionales. A la que mi abuelo quiso corresponder diciendo que el segundo mejor era el alemán. Aquel hombre le rectificó para señalar que el segundo mejor era el Rojo.

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