domingo, 13 de febrero de 2011

91.- Río Záncara a su paso por Socuéllamos (Ciudad Real).


91.- Río Záncara a su paso por Socuéllamos (Ciudad Real).

No es entonces, es ahora. El azul oscuro del agua hace creíble el frío de esta mañana. Entonces un sol de invierno calentaba los huesos y el esqueleto del día era robusto y estable. Hoy se oculta tras un velo de cirros y el tiempo carece de estructura y amaneza con colapsar hacia el recuerdo. Ver avanzar la corriente es como ser extranjero en el país de tu memoria. En la imagen se detiene y me proporciona un pasaporte para el olvido, pero sin visado. Te recordaba mientras recorría aquellas llanuras. Ya lo dije, nada se puede ocultar a la vista en la planicie manchega, ni accidentes geográficos ni espectros. Recordaba tu risa por cualquier cosa, tu silencio espectante de mis palabras, tus ojos tan niños que siempre hacia amago de cogerte la mano para poder cruzar la avenida de la vida. El río avanza y cuando llega a tu altura ni siquiera hace un gesto de saludo. Siempre aguardando como instalado en un puente viendo deslizarse el agua bajo nuestros pies.

No, no es en ese lugar, que recorrí hace exactamente hace una semana. Es en el país más recóndito de la memoria. En la frontera entre la noche y el día, donde te perdí. Por eso en esta mañana me siento extranjero, perplejo de no vivir la alegría y la emoción de la victoria de lograr tu olvido. Borrada del pasado en la imagen estás aparentemente ausente. Pero es un engaño. Eres tu quien no saluda cuando te cruzas conmigo en los callejones del aire. Tan grande el mundo y condenados a encontrarnos en todas las cosas. Cada detalle de la realidad es un detalle tuyo, la orografia del paisaje es la topografía de tu recuerdo. Escondida en el ánima de cada objeto, de cada personaje, el horizonte te devuelve a mis ojos como un objeto vendido y devuelto por impago. Hablo de la imagen y a ti me remito. El círculo vicioso de tu presencia. Ni en un lado ni en otro, ni en la permanencia ni en la ausencia, como una cinta de Moebius. Un desproposito geométrico. La locura que me acecha. Tus pies descalzos caminando por el agua del río, ajena a los mordiscos del frío. Este lugar, no aquel. Este momento, no entonces. Tu imagen que mi mente añade a la fotografía tratando de achicar tanta melancolía.

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