lunes, 1 de noviembre de 2010

72.- Vista del P.N. Cabo de Gata desde La Serrata (Almería)



72.1.- Vista del P.N. Cabo de Gata desde La Serrata (Almería)

La calima en pleno agosto, con el suelo sudando la poca humedad que tiene, la mala calidad de la imagen, impide apreciar el esplendor del paisaje. El Parque Natural de Cabo de Gata es diferente a todo lo demás, como puedan serlo los paisajes de Lanzarote. Entre la pequeña sierra en cuya estribación sur me encuentro, La Serrata, y la que puede divisarse al fondo, solo una planicie ondulada ocupada por formaciones de albardín o esparto (Lygeum spartum), los famosos albardinales. Ni un árbol, siquiera matorral, solo formaciones de gramíneas adaptadas a la aridez, las mismas que pueden verse al sur de Madrid, en el entorno de Aranjuez, y que dan un extraño colorido a las laderas. Esto si que es la Almería que yo recordaba. Preservado del devastador efecto del hombre el Parque Natural de Cabo de Gata es un lugar ajeno a lo que se haya conocido antes. Más en pleno agosto. Un reto para la gente del norte. Seguramente para cualquiera. La belleza del desierto, que se extiende por varias provincias españolas y tiene aquí su núcleo.



72.2.- Cerro Colorado. Sierra de la Serrata (Almería)

Muy acertadamente estas pequeñas elevaciones reciben el nombre de Cerro Colorado. Sin embargo, tengo otras imágenes en la colección en que la coloración vira al verde y el amarillo. Si comparo las imágenes me recuerdan a las antiguas series de sellos: silueta de tal señor, color sanguina; silueta del mismo individuo en verde oliva. Seguramente estuve trasteando con las funciones de la cámara digital y active la que aumenta el colorido. Más color no uno distinto, pero bueno, la cámara me engaña pero puede que mis ojos también. Y el recuerdo no ha archivado datos cromáticos de aquel momento. Así que no se cual de las imagenes que tengo ha capturado el color real del lugar, pero me quedo con esta, coherente con la denominación del paraje y de por sí sorprendente. A veces una mentira ayuda a embellecer el mundo. Momento: 19 de agosto de 2009.

71.- Interior de un invernadero en el campo de Níjar (Almería)



71.- Interior de un invernadero en el campo de Níjar (Almería)

Por la costa y el interior de Granada, Almería, Murcia, han surgido de la noche la mañana ciudades de plástico blanco, que al verlas de lejos, con los reflejos del sol parecen salinas. Organizadas con orden dentro de su miseria, las estructuras con estramados de palos y suelos surcados por tuberías de plárico para el riego por goteo, se organizan ocupando todo el terreno disponible, aprovechando las ramblas, caminos y las carreteras para formar las calles de estos poblados fantasmas. A cualquier hora del día ves gente deambulando de aquí para allá, como sonámbulos. Te los cruzas y casi ni te dirigen la mirada. Salen desde detrás de algún sitio, como por ensalmo y, tras recorrer tu espacio visual, desaparecen detrés de algún otro. Tuve curiosidad por conocer el interior de estos invernaderos. Me asomé desde el umbral de la entrada de uno de ellos donde se oían voces. Dos moros casi desprovistos de ropa trajinaban en el interior apuntalando las pequeñas columnas de aquel remedo en cutre de la Mezquita de Córdoba. Pedí permiso para entrar y tirar dos fotos. El diálogo fue complicado por la falta de un idioma común con muchos vocablos útiles. Como en sus plabaras no adiviné un no rotundo traspasé el umbral con cierto descaro para tomar las fotos. Juro que antes de acabarse el primer minuto ya estaba sofocado. La bofetada de calor fue tremenda. No creo que llegase a aguantar 5 minutos. A la segunda fotografía me largué casi corriendo, ávido, desesperado por alcanzar el exterior. Estábamos en pleno agosto pero la brisa tórrida me pareció uana ventsca de invierno nafa más salir. Los 40 grados me parecieron mejores que el aire acondicionado de unos grandes almacenes. Dentro no se que temperatura habría. Me da miedo solo pensarlo. Quizás 60 grados. Mientras el sudor resbalaba por todo mi cuerpo les comenté: “pues si que hace calor aquí”. Uno de ellos me aseguro en su mal Español que cuando pintaran de blanco los techos de aquellas jaimas de polietileno el calor sería mucho mayor. Me pareció pura ciencia ficción. Más calor que aquel tendría que achicharrar a las plantas, cocerlas en su jugo. Vaya locura tener a gente durante horas realizando un trabajo físico en aquellas condiciones. La esclavitud existe y se practica en España. Ya lo creo.

70.- Ejemplar de pita (Agave americana) en el talud de una rambla en Nijar (Almería)



70.1.- Ejemplar de pita (Agave americana) en el talud de una rambla en Nijar (Almería)

Otro elemento caracteristico del paisaje almeriense, u¡y de las zonas áridas del sureste español, es el Agave americana, conocida como pita. Esta planta, al contrario de lo que mucha gente creyó en el pasado, no es una premonición de la cercana África, del norte de este conteninte. En realidad su prsencia al otro lado del Estrecho de Gibraltar se debe a una emigración con dirección sur. Su procedencia es americana, del Caribe, y fue traida a España ya en los primeros viajes de Colón.

Cuando he visto la imagen hace un momento me ha parecido más un decorado cinematográfico que la fotografía de un pasiaje real, por la escasa profundidad de campo y el cielo demasiado efectista en cuanto a su colorido y la diseminación de las nubes.



70.2.- Conjunto de pitas y aljibe en el entorno de Níjar (Almería)

La pita florece una sola vez a lo largo de su vida. Su inflorescencia, de gran tamaño y forma piramidal, es muy característica. Las hojas, totalmente adaptadas a las condiciones de aridez, son muy parecidas a las de la planta de la aleo vera, estando provistas de espinas gruesas. La imagen muestra un grupo de tres, uno de cuyas inflorescencias se inclina hacia la de otra planta, tal vez por estar en parte tronchada o por un gesto de cariño. ¿Quién sabe? El aljibe es de los del tipo de aspecto de iglú.

69.- Aljibe junto al Camino de los Pipaces en Níjar (Almería)



69.- Aljibe junto al Camino de los Pipaces en Níjar (Almería)

Una constante en el territorio almeriense son los aljibes de agua. Se trata de depósitos que recogen la escorrentía de la lluvia y la almacenan para su uso por las personas y el ganado. Uchos de los caminos e incluso las propias ramblas que surcan el territorio son vias pecuarias por las que discurria el ganado antaño. Es fácil encontrar aljibes en las margenes y encricijadas de cañadas, coladas y cordeles para el ganado. Los que yo he podido ver por esas tirras tien en básicamente dos formas. Para entendernos, una de ellas es la clásica del iglú esquimal,la forma que nos viene a la mente cuando oismos ese término. La otra es la de un medio cilindro bastante alargado. Se trata, al igual que otros elementos de patrimonio etnográfico, de elementos con un fin industrial, económico o de mejora de las condiciones de vida, como los lavaderos, hórreos y paneras del norte, o los molinos de casi todas las cuencas fluviales. Carecen de adornos, incluso podría llegarse a calificarlos de feos a la vista, sobre todo por las lamentables condiciones de conservación que muestran la mayoría de ellos. En uno de mis primeros viajes a esta provincia tuve que buscar un aljibe en el interior de un campo de plástico, y el lograrlo lo considero como uno de los mayores logros que he conseguido en esta especie de ginkana que parece a veces mi trabajo, que básicamente consiste en encontrar lugares u elementos concretos ayudado por los mapas y fotografiarlos.