sábado, 30 de octubre de 2010

68.- Campo de Níjar (Almería)



68.- Campo de Níjar (Almería)

Una persona puede defraudar. Uno mismo puede notar que defrauda. Pero, ¿defrauda un paisaje? Es difícil explicar a alguien del norte el alma del sureste español, donde la tierra es casi ceniza y los cauces solo caudales fantasmas. Acostumbrados al verde, al prado y la montaña arbolado, al haya, el pino radiata, al roble, hacer que comprendan los otros colores, cuando el viento se vuelve, rojo, amarillo o verde, como en infinidad de veces he visto sucedes en los desiertos de Almería, es casi una causa perdida. Volví a Cabo de Gata el año pasado, a la Venta del Pobre, y lo que vieron mis ojos aun me espanta. Hasta allí había llegado el país de las rotondas, el urbanismo salvaje que antes pone las calles y las calzadas que las casas. El entorno de Níjar, donde estuve es un mar de basura superpoblado de desheredados. Allí donde depositaras la mirada solo había latas, plásticos, envases vacíos, basura perfectamente legible. Al fondo las montañas peladas, en mitad de la planicie los laberintos de plástico y en primer término el pasto seco cuajado de residuos. La irrupción desordenada del hombre aquí ha sido devastadora. El paríso que recordaba haber visitado con mi padre hace tantos años había desaparecido. En cierta ocasión, recorriendo el territorio al azar, con el rastro del mar a la derecha como único referente, recuerdo como una ráfaga de viento nos trajo una nube de polvo que borro la carretera. Cuando volvimos a tener visión de nuestro entorno más allá de los cristales del coche la calzada había desaparecido, y avanzabamos despacio por una planicie de tierra. Cuando volver no parece traer mayores ventajas que avanzar, dar la vuelta es condenar el futuro por lo ya vivido. así que seguimos y no sin cierto alivio volvimos a retomar una ruta perfectamente dibujada en el mapa de carreteras.

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